sábado, 5 de abril de 2014

OCHO

El cielo comenzaba a amenazar tormenta cuando David Santisteban aparcó su coche en la cuneta. La carretera finalizaba en una garita de seguridad que franqueaba el acceso a la explotación minera, y todo el perimetro estaba perfectamente vallado, con una valla de aspecto recio. Pero el profesor Santisteban estaba decidido a entrar. Encontraría los restos de la ciudadela romana, sacaría unas fotos, y las enviaría a revistas arqueológicas especializadas. Después de la publicación, estaba seguro que el político responsable de la denegación no tendría mas remedio que dar marcha atrás en su decisión. Sacó una cazadora gruesa del maletero, unos prismáticos y se calzó sus botas de montaña. Se encontraba bastante lejos de la garita, y apenas alcanzaba a divisar algo mas allá. Una torre de extracción minera, lo que parecía el techo de un edificio... todo estaba sumido en la mas absoluta quietud. Sin embargo, David decidió dar un rodeo y no entrar por la puerta principal. Podría ser que hubiese algún guardia de seguridad, y tendría problemas. Se ajustó la mochila a la espalda, y se adentró en el bosque que rodeaba las instalaciones. Desde ahí revisaría la valla del perímetro, por si encontraba alguna abertura. Si no, habría que fabricarse una...


-¿Sí? - respondió el Teniente Andrade. El móvil había vuelto a sonar, mientras seguía al Teniente Cienfuegos hasta el ascensor situado mas allá de la sala de espera.
- Teniente Andrade, al habla el Sargento Gutierrez desde el centro de Control del perímetro. Tenemos una violación del área de Seguridad a 300 metros del acceso al complejo, en el Sur. Un civil en un vehículo turismo. He comprobado la matrícula. Está a nombre de David Santisteban, profesor de Historia en la Universidad de Oviedo. Sin antecedentes. Quizás haya venido a hacer montañismo... Solicito instrucciones, Señor.
Andrade se frotó pensativo la cicatriz de la cara. Para ser sus primeros minutos en el complejo, estaban resultando muy accidentados.
- Coloquen al objetivo en nivel de observación. Actuen solo en caso de que intente acceder al complejo. En ese caso, deténganlo y traiganlo aqui para interrogarlo.
- Entendido.

Andrade acompañó a Cienfuegos dentro del ascensor.
- No sé que tendran aquí , pero espero que merezca la pena.
El Teniente Cienfuegos sonrió.
- Tenga por seguro que merece la pena...
El ascensor comenzó a descender al subsuelo del complejo. La tormenta se acercaba. Eran las 13:34.

Llevaban andando cerca de una hora y media, y Ana empezó a quejarse de nuevo.

- Juan, creo que este camino es mas largo que por el que subimos. Estoy cansada de caminar.
Juan miró al cielo, que se iba poniendo cada vez mas negro. Su hija tenía razón. Ese camino no había acortado lo que tenían que recorrer para regresar al coche, y cada vez se hacía mas escarpado y dificil. Sabía que caminando hacia el este, tarde o temprano llegarían. Pero si era tarde, su hija montaría en colera, y tendría que aguantarla todo el camino quejándose. Y la verdad, es que no se encontraba con muchos ánimos para ello.
- ¿Juan?- la niña se volvió y lo miró. Notó la frialdad de su mirada deslizándose por su espalda. Y el desprecio. Y casi, el odio. Le dolió.- No me has respondido. ¿No deberíamos haber llegado ya al lugar donde dejamos el coche?
- Estamos cerca - respondió Juan sin demasiada convicción. La joven se dio cuenta, y se sentó en una roca, mirándolo fijamente.
- No pienso moverme hasta que me garantices que sabes a donde vamos. Por que creo que no tienes ni puta idea...
Entonces lo vio. Era la parte de arriba de una torre de extracción de una mina. Estaba lejos, pero seguramente habría gente, y podrían guarecerse de la tormenta inminente. Se lo señaló con el dedo a su hija.
- Debemos llegar allí. Desde allí alguien nos llevará al coche.
Ana miró en la dirección que le indicaba su padre.
- Eso está lejísimos.
- Pues yo voy allí. Ya mandaré a alguien a que te recoja...
- Te odio - murmuró la joven. Se levantó y siguió a su padre en pos de la torre.

José Andújar llevaba ascendiendo cerca de tres horas. Había descartado hacerlo por la carretera, donde lo hubieran localizado facilmente, y lo hacía a través del bosque, brújula en mano, con su equipo fotográfico perfectamente protegido en la mochila que portaba en su espalda. Pese a ser un hombre ya maduro (en julio cumpliria 46 años), se encontraba en buena forma. Sin embargo, el bosque cada vez era mas denso, y cada vez costaba mas avanzar. Según los planos, el enclave se encontraba a unos 15 kilometros de Villanueva de Cátiva, y llevaba recorridos unos 12. Pronto llegaría. Debería acampar en los alrededores y esperar a la noche. Deseaba que todo aquello acabara pronto. Empezaba a tener la ridícula sensación de que le seguian.


Los soldados seguian de cerca al periodista a traves del bosque...



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