martes, 29 de marzo de 2016


DIEZ

-Tengo… multitud de preguntas acerca de lo que acabo de ver – balbuceó el Teniente Andrade. El panel había vuelto a su posición  inicial, ocultando de la vista el prodigioso ser. Tomó asiento frente a Christina, que sonreía ante la turbación del Teniente. De hecho todos sonreían. Seguramente reconociendo como suyo el estado de shock del Teniente. Este se rehízo a duras penas – pero supongo que no estoy aquí para satisfacer mi curiosidad. Necesito una serie de respuestas acerca de esta base, del personal, y de … esa cosa para ejecutar el trabajo que me han encomendado.

-Proceda, Teniente –le animó el Capitán Roque.

-Bien. En primer lugar, necesito saber la envergadura de este lugar. Su tamaño, personal, medidas de seguridad, suministros…

-Le he preparado este dossier – indicó el Teniente Cienfuegos, entregándole una carpeta marrón, sin ninguna marca – en él se detallan los planos de los más de dieciséis kilómetros de túneles excavados para contener este enclave, los nombres y ocupaciones de las ciento treinta y dos personas que trabajan aquí…

-¿Ciento treinta y dos personas? Demasiada gente conociendo un secreto lo hace muy vulnerable.

-No todos conocen la Naturaleza de lo que se hace aquí, como es lógico –repuso de inmediato Daniel Ruiz- y así debe seguir…

- De hecho –cortó el Doctor Fausto – sólo quince de esas personas conocen a 23 – señaló al panel.

-¿23?

-Sí. Es el individuo capturado número 23 –contestó Christina- no perdemos mucho el tiempo en ponerles nombres, pues antes no duraban mucho. Quizás a este haya que ir buscándole uno…

- ¿Y los suministros de la base? ¿Cómo se consigue abastecer de electricidad un macro-complejo como este?

- Bueno, digamos que tenemos línea directa con el embalse de Granda Alta, situado a unos kilómetros de aquí. Además, el enclave posee sus propias fuentes de generación de energía. Todo absolutamente automatizado e informatizado. El suministro de agua y alimentos se realiza una vez a la semana con vehículos todo-terreno camuflados. Todo-Aventura. Es una empresa que hemos creado para no levantar sospechas. Se dedica a dar paseos por la montaña en pistas forestales con jeeps. Patrocinamos a la Cultural Leonesa, y todo…

-Estamos muy cerca de culminar la investigación. – dijo Christina -Este ser posee una estructura celular de alta regeneración. Independientemente de su enorme potencial militar, que es lo que paga las facturas, estamos ante la posibilidad de poder clonar células cuya capacidad de regeneración podría curar prácticamente cualquier enfermedad- Christina se levantó de la silla para enfatizar sus palabras – Teniente, en esa montaña se encuentra la fuente de la eterna juventud. No sólo es un arma. Es la capacidad del ser humano de ser prácticamente inmortal. Y la estamos tocando con la punta de los dedos. Cuando le he dicho que 23 tenía 3.500 años, es porque su metabolismo impide que su cuerpo se deteriore. Sus células han envejecido este último año lo que las nuestras en apenas segundos. Es un privilegio que hayamos conseguido conservarlo con vida. Hemos aprendido más con este espécimen que con sus 22 anteriores juntos.

-¿Qué saben realmente de ellos?

-Bueno- tomó la palabra el Teniente Cienfuegos. – Son una manada de unos 240 individuos. Son seres nocturnos. Padecen una aguda fotofobia. Y son extremadamente inteligentes. Varios de nuestros soldados de Caza han caído en  trampas hechas por ellos. Anularon todas las cámaras de videovigilancia que instalamos en su territorio. Creamos un perímetro vallado dentro de la montaña, un área de seguridad. Y como sabíamos de su fotofobia, instalamos grandes proyectores de luz. Esa noche los rompieron lanzando piedras.  Llevamos 19 años conteniéndolos, y cuando pensamos que han desistido en sus hostilidades, vuelven desde otro punto, con otra estrategia. Y son extremadamente rápidos y letales.

- Y dicen que 23 es el primero que ha sobrevivido al cautiverio…

-Así es – dijo Christina – Los otros parecían desconectarse en cuanto los cazábamos y los sacábamos de la montaña. Simplemente caían fulminados. Suponía una frustración enorme, pues no son precisamente fáciles de capturar…

- … y este ha sobrevivido… -dijo pensativo Andrade-.

-¿Cuál es el problema, Teniente?-Preguntó con sonrisa cínica Daniel Ruiz- ¿debemos preocuparnos por su resistencia?

- Señor Ruiz – contestó- ¿conoce usted la historia del caballo de Troya?

miércoles, 16 de abril de 2014

NUEVE

El Teniente Andrade siguió a su guía, el Teniente Cienfuegos, a lo largo de varios metros de pasillos bajo el subsuelo. Se encontraba extremadamente intrigado sobre lo que se estaba haciendo allí, pero su acompañante permaneció mudo durante todo el trayecto. Varias puertas se situaban a derecha e izquierda, y en varias ocasiones tuvieron que sortear controles de acceso con soldados fuertemente armados. Finalmente, llegaron ante una puerta, y Cienfuegos abrió la cerradura electrónica mediante escaner de retina. La puerta se abrió en una sala tan aséptica como en la que había esperado al principio, blanca y con una enorme mesa en el centro. Alrededor se encontraban sentadas cuatro personas, tres hombres y una mujer, que parecían esperarlos. El Teniente Cienfuegos invitó a entrar a Andrade, cerrando la puerta tras de él. Todos se pusieron en pie mientras procedían a las presentaciones.

- Les presento al Teniente Andrade, desigmado directamente por el General Estrada para... paliar los ataques de indiscreción que hemos sufrido ultimamente. Teniente, tiene usted aquí a los responsables de gestión e investigación de este enclave. La Doctora Christina Schiavert, responsable del proyecto,,, - Dijo refiriendose a la mujer vestida con bata blanca.  Esta le estrechó la mano, con una cortés sonrisa en los labios. Era una mujer bella a juicio del Teniente, pero de un solo vistazo pudo ver en sus ojos dureza y resolución. Científicos y militares bajo el mismo techo...
- ... El agente especial Daniel Ruiz, del Servicio Nacional de Protección e Inteligencia... - era un tipo joven de gafas de pasta, bajito y delgado... con una pinta de tipo peligroso. Una persona acostumbrada a trabajar en la sombra de lo oficial. Andrade despreciaba a estos tipos, sobre todo si no eran militares. Y este no lo era. Se obligó a estrechar su mano,
- ... El Capitan Roque, encargado de la coordinación interna - un hombre maduro, de porte militar, pelo blanco cortado reglamentariamente, y profundas arrugas alrededor de sus ojos. Un veterano militar, que saludó como saludan los militares. El Teniente correspondió al saludo.
- ... y el doctor Fausto, una de las mas insignes mentes cientificas del país....
El hombre, también equipado con bata blanca, fingió ruborizarse, mientras estrechaba la mano del Teniente. Un hombre de edad avanzada, y sonrisa eterna en su boca.

Tomaron asiento alrededor de la mesa.

. Bien señores, soy todo oidos...

. ¿Estamos seguros de lo que vamos a hacer? - preguntó Daniel, visiblemente nervioso. Era el único cuya hostilidad era manifiesta - Sigo sin creer que sea buena idea desclasificar este dossier para alguién mas,,,
. Señor Ruiz - repuso de inmediato Cienfuegos, visiblemente contrariado - esta conversación ya ha sido mantenida con anterioridad. El Expediente depende exclusivamente del Ejercito por orden directa. Y como maximo responsable del mismo por designación directa del Alto Mando se encuentra el General Estrada. Le guste o no, es una orden...

El agente agachó la cabeza, visiblemente contrariado.

- Bien, una vez solventada esta diferencia de opiniones, ¿Doctor Fausto?
El científico se levantó de su silla, y comenzó a hablar. Andrade jamás olvidaría aquella exposición.

- Este enclave lleva siendo alto secreto desde que se construyó, hace diecinueve años... Pero lo que estudia lleva siendo leyenda desde tiempos antigüos. Encontramos referencias en los romanos, con las crónicas hispánicas de Publio el Hispano, en la que se narra el exterminio por parte de los habitantes de estas tierras de toda una legión romana, y de como a Roma le fue imposible imponer su pax romana en la zona que actualmente pisamos. También encontramos referencias a la beligerancia de los habitantes de estas montañas en los cronistas medievales de la Reconquista, tanto cristianos como árabes, culpándose cruzadamente. Y así durante cada período de guerra y conquista, en la que estas montañas son factor común. Los hombres antiguos culpaban a los espíritus, los dioses. Los modernos, durante la conquista napoleónica o la guerra civil, a hombres salvajes de las montañas. Curiosamente, y a tenor de lo que nos encontramos, casi estaban mas cerca los primeros de la realidad...

Hace diecinueve años, un grupo de excursionistas se perdió en el interior de la montaña de ahi afuera. Posteriormente, ocho guardia civiles y 15 soldados especialistas en rescate perdieron la vida en su interior.- El científico se acerco a una pared y descubrió una botonera. El agente Ruiz se revolvió en su silla de nuevo. El doctor Fausto apretó un boton y un panel se deslizó en la pared, dejando a la vista una ventana acristalada que mostraba una habitación análoga a en la que se encontraban, con una luz azulada muy tenue. La habitación parecía vacía. - El responsable de esas muertes esta en el interior de esta sala. Los romanos lo llamaron Merodeador.

Andrade se levantó de la silla y se acercó al cristal. Los presentes en la sala sonreían, a excepción del agente que mostraba un gesto de contrariedad que no deseaba ocultar. Nada... Aquella sala estaba vacía. Miró al Doctor Fausto, interrogándole con la mirada.

- Está ahí, Teniente... Sólo mire...- y de repente captó el movimiento. La pared del fondo parecía difuminarse y moverse. Poco a poco, la luz azul neón que bañaba todas las paredes se fue oscureciendo, dejando paso a una figura enorme... Andrade se frotó los ojos. Una figura se iba formando poco a poco, definiendo su contorno. Distinguió una enorme cola reptiliana, un cuerpo fibroso y enorme, unas patas gruesas, culminadas en terribles garras, y una cabeza con unas mandíbulas terribles. Finalmente vio sus ojos. Unos ojos que no eran de reptil, cargados de odio e inteligencia. Le miraban fijamente...
- ¡Pero que demonios...! - murmuró Andrade...
- Esto, Teniente, es el ser mas antiguo que pisa la Tierra en este momento...Doctora...
La doctora Schiavert se levantó de su silla y avanzó hacia la cristalera, con los ojos fijos en el ser, totalmente fascinada...
- Este lleva con nosotros cerca de un año. Es el primero que dura tanto tiempo. Hemos capturado otros, pero ninguno llegaba a salir de la montaña con vida...
- ¿Es un dinosaurio? - acertó a preguntar Andrade. La doctora sonrió...
- No - contestó - Este ser llevaba aquí varios millones de años antes que apareciera el primer dinosaurio. Ni siquiera poseen ADN en común. De hecho, su ADN apenas tiene en común algo con respecto a lo que conocemos. Morfológicamente podrían ser confundidos. Pero lo que usted contempla ahora mismo es la máquina mas perfecta que haya creado la Naturaleza. Perfectamente capacitado para mimetizarse con el entorno. Su piel es extraordinariamente gruesa a la vez que flexible. Constituye casi un exoesqueleto. Es nocturno, y su vision esta desarrollada para ver en la oscuridad. Su velocidad es mayor de lo que hayamos podido ver en cualquier animal del mundo. Es un arma excepcional seleccionada para matar. Y su inteligencia... entiende lo que le decimos, resuelve problemas complejos... utiliza herramientas.
- Increíble- dijo ´Andrade. observó como se movia aquel ser. Movimientos lentos, supervisaba una y otra vez las paredes de la habitación buscando la salida...
- Lo mas incleible es que según las pruebas que le hemos realizado, este especimen es joven, no se ha desarrollado totalmente todavía...
- Pues es enorme
- Sí, y tiene 3.500 años...
Andrade la miró atónito...
- ¿Podría repetirme eso?

sábado, 5 de abril de 2014

OCHO

El cielo comenzaba a amenazar tormenta cuando David Santisteban aparcó su coche en la cuneta. La carretera finalizaba en una garita de seguridad que franqueaba el acceso a la explotación minera, y todo el perimetro estaba perfectamente vallado, con una valla de aspecto recio. Pero el profesor Santisteban estaba decidido a entrar. Encontraría los restos de la ciudadela romana, sacaría unas fotos, y las enviaría a revistas arqueológicas especializadas. Después de la publicación, estaba seguro que el político responsable de la denegación no tendría mas remedio que dar marcha atrás en su decisión. Sacó una cazadora gruesa del maletero, unos prismáticos y se calzó sus botas de montaña. Se encontraba bastante lejos de la garita, y apenas alcanzaba a divisar algo mas allá. Una torre de extracción minera, lo que parecía el techo de un edificio... todo estaba sumido en la mas absoluta quietud. Sin embargo, David decidió dar un rodeo y no entrar por la puerta principal. Podría ser que hubiese algún guardia de seguridad, y tendría problemas. Se ajustó la mochila a la espalda, y se adentró en el bosque que rodeaba las instalaciones. Desde ahí revisaría la valla del perímetro, por si encontraba alguna abertura. Si no, habría que fabricarse una...


-¿Sí? - respondió el Teniente Andrade. El móvil había vuelto a sonar, mientras seguía al Teniente Cienfuegos hasta el ascensor situado mas allá de la sala de espera.
- Teniente Andrade, al habla el Sargento Gutierrez desde el centro de Control del perímetro. Tenemos una violación del área de Seguridad a 300 metros del acceso al complejo, en el Sur. Un civil en un vehículo turismo. He comprobado la matrícula. Está a nombre de David Santisteban, profesor de Historia en la Universidad de Oviedo. Sin antecedentes. Quizás haya venido a hacer montañismo... Solicito instrucciones, Señor.
Andrade se frotó pensativo la cicatriz de la cara. Para ser sus primeros minutos en el complejo, estaban resultando muy accidentados.
- Coloquen al objetivo en nivel de observación. Actuen solo en caso de que intente acceder al complejo. En ese caso, deténganlo y traiganlo aqui para interrogarlo.
- Entendido.

Andrade acompañó a Cienfuegos dentro del ascensor.
- No sé que tendran aquí , pero espero que merezca la pena.
El Teniente Cienfuegos sonrió.
- Tenga por seguro que merece la pena...
El ascensor comenzó a descender al subsuelo del complejo. La tormenta se acercaba. Eran las 13:34.

Llevaban andando cerca de una hora y media, y Ana empezó a quejarse de nuevo.

- Juan, creo que este camino es mas largo que por el que subimos. Estoy cansada de caminar.
Juan miró al cielo, que se iba poniendo cada vez mas negro. Su hija tenía razón. Ese camino no había acortado lo que tenían que recorrer para regresar al coche, y cada vez se hacía mas escarpado y dificil. Sabía que caminando hacia el este, tarde o temprano llegarían. Pero si era tarde, su hija montaría en colera, y tendría que aguantarla todo el camino quejándose. Y la verdad, es que no se encontraba con muchos ánimos para ello.
- ¿Juan?- la niña se volvió y lo miró. Notó la frialdad de su mirada deslizándose por su espalda. Y el desprecio. Y casi, el odio. Le dolió.- No me has respondido. ¿No deberíamos haber llegado ya al lugar donde dejamos el coche?
- Estamos cerca - respondió Juan sin demasiada convicción. La joven se dio cuenta, y se sentó en una roca, mirándolo fijamente.
- No pienso moverme hasta que me garantices que sabes a donde vamos. Por que creo que no tienes ni puta idea...
Entonces lo vio. Era la parte de arriba de una torre de extracción de una mina. Estaba lejos, pero seguramente habría gente, y podrían guarecerse de la tormenta inminente. Se lo señaló con el dedo a su hija.
- Debemos llegar allí. Desde allí alguien nos llevará al coche.
Ana miró en la dirección que le indicaba su padre.
- Eso está lejísimos.
- Pues yo voy allí. Ya mandaré a alguien a que te recoja...
- Te odio - murmuró la joven. Se levantó y siguió a su padre en pos de la torre.

José Andújar llevaba ascendiendo cerca de tres horas. Había descartado hacerlo por la carretera, donde lo hubieran localizado facilmente, y lo hacía a través del bosque, brújula en mano, con su equipo fotográfico perfectamente protegido en la mochila que portaba en su espalda. Pese a ser un hombre ya maduro (en julio cumpliria 46 años), se encontraba en buena forma. Sin embargo, el bosque cada vez era mas denso, y cada vez costaba mas avanzar. Según los planos, el enclave se encontraba a unos 15 kilometros de Villanueva de Cátiva, y llevaba recorridos unos 12. Pronto llegaría. Debería acampar en los alrededores y esperar a la noche. Deseaba que todo aquello acabara pronto. Empezaba a tener la ridícula sensación de que le seguian.


Los soldados seguian de cerca al periodista a traves del bosque...



viernes, 28 de marzo de 2014

SIETE

El Teniente Andrade aguardaba pacientemente en la sala de acceso del complejo Alfa a que se realizaran todas las verificaciones para permitir su acceso. Una sala con apenas una mesa y una silla, extremadamente aséptica. Pese a la entrenada mente militar del oficial, acostumbrada a obedecer sin preguntar, en esta ocasión el gusanillo de la curiosidad le roía por dentro desde que había llegado. El lugar estaba perfectamente camuflado en un edificio de oficinas al pie de una enorme torre de minería. Todo el perímetro estaba vallado con una aparentemente vieja valla de malla, y un puesto de control con barrera franqueaba el acceso al recinto. Externamente, todo aparentaba un aspecto decadente y antiguo, que contrastaba con el interior del edificio. Cámaras de Seguridad,  y personal militar le asaltaron nada mas entró. Un soldado le saludó militarmente, mientras le instó a entregar su arma reglamentaria, su teléfono móvil y mostrar su identificación. Tras introducir sus datos en el ordenador, le entregó una ficha de identificación y teléfono móvil, indicándole que cualquier comunicación con el exterior debería realizarse a través de esa terminal, previa autorización del servicio de comunicaciones del enclave. Luego le acompañó a la sala en la que se encontraba en esos momentos.
Observó la sala con detenimiento. No se apreciaban en las paredes ninguna ranura que indicara que existían puertas de acceso a ella, ni siquiera por la que había accedido, perfectamente integrada en la pared. En parte se debía a la luminosidad de los fluorescentes del techo, y a la blancura extrema de las paredes. se acercó a la mesa color haya del centro, el único tono de color de la sala, pues la silla también era blanca, y dejó él móvil sobre ella. Un móvil más grande de lo normal, con una pantalla verde, teclas numéricas y teclas de llamada. Extremadamente simple. De repente comenzó a sonar, con un timbre de teléfono estridente, y tremendamente clásico. Andrade pulso el botón verde.
- ¿Diga?
- Buenos días Teniente. Veo que está ya en destino. Infórmeme sobre el operativo dispuesto. - Andrade distinguió inmediatamente la voz del General Escobedo, y su cuerpo se puso en tensión militar.
- Señor. Hemos llegado a destino a las 9:45 a.m. y he desplegado un operativo de nueve hombres en los accesos por los que previsiblemente llegará el objetivo. Luego me he personado en la madriguera, tal y como me indicó
- Puede usted habla con libertad. La línea es absolutamente segura, Teniente.
- Señor, me encuentro con el problema de que no puedo comunicarme con mis hombres sin mi teléfono. Y que exactamente no sé que es lo que hay que defender para evitar que nuestro objetivo lo encuentre, señor.
El general permaneció unos segundos callado.
- He revisado su hoja de servicios - dijo al fin- Es impresionante. Y no soy alguien que se impresione fácilmente.
- Gracias, señor
- La dimensión del lugar en el que se encuentra usted, y de lo que en el se investiga trasciende lo puramente militar, pese a que las aplicaciones en este campo nos han hecho invertir dinero y medios en su puesta en funcionamiento. Creo, tengo el firme convencimiento, de que este lugar pronto comenzará a estar amenazado por muchas clases de peligros, como demuestra el ataque hacker que hemos sufrido. Ese enclave debe permanecer siendo alto secreto hasta el final de las investigaciones, y por ello le voy a poner a usted al frente de su defensa. Desde hoy coordinará las medidas necesarias para que, tanto lo que hay en el enclave como lo que hay en el interior de la montaña no salga a la luz. Cursaré orden de Alto Mando para que se ponga a su disposición la información que me requiere, y tenga los medios necesarios para que lleve a cabo el propósito que le ordeno. ¿Entendido?
-Señor...
- ¿Entendido, Teniente?...
- Si, Señor...
- Nada más por ahora. Espero que entienda la enorme responsabilidad que le he encomendado cuando conozca la naturaleza del enclave. Y que Dios nos ayude a todos. Espere instrucciones, Teniente, y manténgame informado de cualquier novedad, y cada cuatro horas.
- A la orden, Señor.
El General colgó el teléfono, y Andrade volvió a dejar el móvil sobre la mesa, con la cabeza llena de dudas y la dura carga de la responsabilidad sobre los hombros. Cinco minutos mas tarde volvió a sonar el móvil.
- Teniente Andrade al habla.
- Señor - era uno de sus hombres, lo que indicaba que el general había cursado la orden y ya tenia de nuevo comunicación con el exterior - el objetivo esta en el pueblo. Ha llegado en moto, ha aparcado en la plaza mayor, y presumiblemente se dirige al enclave. Solicito instrucciones.
- Reúna al equipo y vigílenlo sin ser detectados. No neutralizar. Debe ser apresado y traído al enclave, sin testigos.
- La orden es no neutralizar. Apresar y sigilo.
- Afirmativo soldado. Les espero en el Enclave. Buena caza.
- A la orden, Señor.

Andrade colgó el teléfono. Si lo que el General decía era cierto, y jamás lo dudó, el periodista debía ser eliminado. Pero por conciencia militar, y dado que el General le había dado carta blanca, prefería saber por que iba a matar a un hombre antes de hacerlo...

Una puerta que no parecía estar ahí se abrió, y entró un hombre maduro de porte militar, vestido con bata blanca...

"Allá vamos" pensó Andrade, mientras se llevaba los dedos a la frente respondiendo al saludo militar...

miércoles, 26 de marzo de 2014

SEIS


Sentado sobre la roca observaba a su hija con pena. Una joven de quince años preciosa, aunque extremadamente conflictiva. Y se sentía responsable de ello. Desde la separación, la niña había cambiado sus maneras dulces y cariñosas por una acritud y animadversión hacia todo, y en concreto hacia él. Intentaba cambiar la dinámica constantemente, pasando el mayor tiempo posible con ella. Pero lo cierto es que cada vez estaban mas separados, y cada intento por acercarse era repelido por ella. Se le había ocurrido llevarla de excursión ese fin de semana. Recordaba que siendo niña era lo que mas le gustaba. Y deseaba que volvieran aquellos tiempos felices. Pero indudablemente se había equivocado, una vez mas. Se había pasado todo el camino hasta donde habían dejado el coche quejándose, se había quejado aún más durante el ascenso por la senda a las montañas, y llevaba diez minutos con el móvil en la mano intentando pillar cobertura, ya sin emitir queja alguna, pero con cara de pocos amigos.
Juan era un hombre de mucho talento y poca suerte. Se había casado con la mujer equivocada, y tenido una hija con ella. Trabajaba de sol a sol para que nada les faltara, y un día se dio cuenta de que al que le faltaban cosas era a el. Desgraciadamente, ya era demasiado tarde para que nada pudiera arreglarse. Así que se separó, y forjó de esa manera el odio de su ex, y por ende el de su hija. El de su mujer le era absolutamente indiferente, pero con su hija era distinto. Adoraba el suelo que pisaba. Y ella lo sabia. Y con ese enorme poder de quien tiene la manija del cariño y se siente agraviado, lo torturaba cada vez que tenía ocasión.

- Ana, ¿que te parecen las vistas? ¿Merecía la pena subir a esta montaña o no? - preguntó, mientras la joven seguía manipulando su teléfono móvil. Desde la ladera donde se encontraban se podían divisar las laderas de las montañas asturianas, tricolores: verde en su base, gris piedra donde la vegetación se retiraba, y blanca en la coronación, Sobre ellas las nubes plomizas amenazantes de tormenta se desplazaban a gran velocidad, empujadas por el fuerte viento.
- ¿Ana?- insistió Juan. La joven desvió por primera vez los ojos de su móvil y lo miró. Una mirada plagada de odio y reproches que le dolió en lo mas profundo.
- ¿Juan?- sabía cuanto le dolía que no le llamara papá, y lo usaba constantemente. Una sonrisa cínica apareció en su hermosa cara. Juan sintió ira y pesar a partes iguales, pero una vez mas tragó saliva y sonrió. Señaló al horizonte.
-¿Que te parece el paisaje? ¿No es precioso ver las montañas de esta altura?
La joven guardó su teléfono móvil y lo miró fijamente. De nuevo, Juan se sintió zozobrar. Esa mirada era problemas.
- ¿Quieres saber lo que opino, o te da igual?- preguntó Ana. Juan no quería saberlo, intuía que sería hiriente. Asintió con la cabeza.
- ¿La versión light, o lo que realmente pienso?
Juan no respondió.
- Está bien. Mira Juan, me has arrastrado por carreteras y caminos de cabras para subirme a un sitio de mierda donde estoy incomunicada, a kilómetros de mis amigos que se lo estarán pasando de maravilla preparando un sábado para salir a tomar algo y divertirse. Mientras, me señalas con el dedo unas montañas de mierda y me aburres con comentarios banales, intentando ser el padre ideal que nunca fuiste y nunca serás, y yo solo puedo pensar en que como a esas nubes les de por descargar todo el agua que llevan dentro, pillaré una pulmonía, y esta paranoia tuya me costará algo mas que un sábado perdido...

Juan permaneció callado unos instantes...´- Hubiera preferido la versión light- acertó a decir.
- No te enteras. Esta era la light.

Juan recogió su mochila del suelo con lentitud.

- Está bien. Levántate. Nos volvemos a casa. Quizás lleguemos a tiempo de que salgas aún con tus amigos.
Ana permaneció quieta, mirando a su padre con desconfianza.

-¿De verdad?
- Sí. No tiene sentido que sigamos. Y tienes razón. Esas nubes van a descargar mucha agua. Mejor regresamos. Nunca lograré que te sientas a gusto estando conmigo...
- No dramatices... - Ana se puso en pie y comenzó a caminar senda abajo.

- Será mejor que acortemos por aquella colina- dijo Juan con resignación -Ahorraremos cerca de una hora, y si nos pilla la lluvia, podremos refugiarnos en un edificio de oficinas de una antigua mina que había allí.

Ana dio la vuelta y pasó al lado de su padre, con la sonrisa cínica/triunfadora dibujada en su rostro.



martes, 23 de octubre de 2012

CINCO
 
 
 
Jesús Gálvez observaba detenidamente la pantalla de su ordenador. Aquel trabajito de última hora, justo antes de que comenzara su permiso de fin de semana le tocaba los cojones de manera desmedida. Nunca había considerado que tuviese ni un ápice de espíritu militar, y su pertenencia al cuerpo especializado del Ejercito en Informática (cuyas nombre completo nunca había estado interesado en aprender) era el peaje necesario para expiar sus múltiples delitos informáticos de juventud. De hecho, conocía personalmente al hacker que había entrado en el sistema del complejo. El enclave Alfa. Jesús había diseñado todo el sistema informático operativo del complejo, y el cabrón del gordo de Cuesta se había permitido asaltarlo. "Lamentablemente no entrarás en ningún otro sistema nunca más" pensó para sí con una sonrisa en los labios. Pese a que el sistema al que había accedido no contenía archivos de información restringida, que eran almacenados en un sistema autónomo del complejo, absolutamente blindado como era preceptivo en una red de clave de seguridad máxima, se había disparado el grado de alerta por ataque informático 4, que era el más alto posible. Jesús, sentado en un despacho de una base militar a cientos de kilometros del enclave Alfa, desconocía cuales eran las operaciones que se realizaban en su interior, pero era consciente de que "Alto Secreto" era una calificación varios escalones por debajo de la que le correspondía a aquella base. Todo lo que rodeaba a sus sistemas informáticos era "prioritario", "urgente", "maxima seguridad" o "acceso denegado". El gordo Cuesta había meneado el avispero. Y estaban muy nerviosos.

Pero Jesús sabía como actuaba Jorge. Se habían visto en varias ocasiones antes de su detención, y no era un tipo que entraba en los sitios a causar daños, si no a mirar y a dejar su huella de hacker.

El problema de encontrar las huellas de Jorge no era de todos modos muy complejo. El sistema de mantenimiento del complejo regulaba funciones como el suministro electrico, control de accesos, climatización y suministros. Constaba de varios usuarios con control total sobre el sistema de mantenimiento, y otros cuantos con control parcial delimitado por sus atribuciones. Jorge con toda seguridad había accedido con lo que vulgarmente se denominaba "la mochila", entrando "colgado" de alguno de los usuarios que habían accedido al sistema. De ese modo, accedió al historial de usuarios en el sistema doce horas antes de que se produjera la "neutralización" del Hacker. Lo encontró inmediatamente. Quizás el fin de semana no estuviera perdido del todo. Comenzó a ver los movimientos que había realizado. Su sello aquí y allá, pero ninguna modificación en el código, ningún riesgo operativo y ninguna disfuncionalidad. El pobre gordo había muerto por mirón. En fin, realizaría el informe de riesgo negativo y se lo enviaría por intranet al impaciente Teniente Andrade. No deseaba verlo ni oirlo. Aquel tipo le daba escalofríos...

José Andújar detuvo la motocicleta a la entrada de Villanueva de Cátiva. Hacía algo más de 60 horas que habían asesinado a su socio.  Se quitó el casco y contempló la imponente montaña, reinando sobre el valle que se extendía a sus pies. Oculto en su interior se encontraba el Enclave Alfa. Si el plan de Jorge había funcionado, esa misma noche estaría alli dentro. El pobre frikie había ideado lo que el llamaba "Caballo de Troya". A grandes rasgos, indicó a José la última vez que se habían visto que "entraría de mochila" con el "usuario de cualquiera del enclave" Luego fijaría al usuario un pequeño gusano que se activaría cuando el administrador borrase su ataque, quedando inerte hasta las 24:00 del día 20 de Marzo, justo esa noche. Entonces se desactivarían todos los suministros del Enclave, incluido la electricidad, por lo que sería más fácil entrar, tomar unas cuantas fotos, y salir pitando de allí.
 Sería imposible acceder por la carretera, por lo que aparcó la motocicleta en la plaza del pueblo, y descargó su mochila. Se calzó las botas de montaña y se ajustó la parka. Las nubes presagiaban que pronto comenzaría a llover.

-¿Va usted al monte?- dijo una voz cascada a sus espaldas. José se volvió, y vio a un anciano sentado a la puerta de su casa, a escasos 5 metros de donde el se encontraba. Fumaba un cigarrillo y tenía entre sus manos una garrota ajada por el uso. Lo estaba observando fijamente.
- No, señor - contestó José con una sonrisa (¿como es que no lo había visto al aparcar la moto?) - Vengo a ver la Iglesia Románica. Creo que es bellísima.
El hombre continuó observándolo, parecía querer memorizarlo... Ante su silencio, José decidió emprender la marcha. A sus espaldas escuchó al hombre hablar.

- Si no va al monte, no pasa nada. La gente que va allí no suele volver, pero si usted no va... no tiene por que tener cuidado.

- Gracias por el con... - dijo José, volviéndose. Pero el anciano ya no estaba. No era un buen comienzo de viaje. Apretó el paso.





lunes, 1 de octubre de 2012

CUATRO


El general Escobedo se hallaba de espaldas, observando Madrid desde el octavo piso del edificio Poniente, en pleno centro de la capital. Eran las cuatro de la mañana, y a excepción de las limpiadoras y los guardias de seguridad, todos los despachos se encontraban vacíos. Consultó su reloj con impaciencia, mientras contemplaba las luces de la ciudad, siempre despierta. De repente sonó el teléfono. Se acercó a su mesa, y lo descolgó, con impaciencia.

- ¿General Escobedo?-sonó a través del auricular.
- Sí...
- Puesto de control de entrada en vestíbulo. Tengo aquí al Teniente Andrade, que dice estar citado con usted.
- Afirmativo. Por favor, que alguien le acompañe a mi despacho.
- Enseguida, señor.

El General colgó el teléfono y volvió a colocarse ante los amplios ventanales, sumido en sus pensamientos. Unos minutos después, llamaron a la puerta, sacándolo de su ensimismamiento.
-Adelante.
La puerta se abrió y entró un hombre vestido de paisano, pero con un marcado porte militar. Era un hombre joven, alto y de buen físico, pero su cara se veía cruzada por una horrible cicatriz de quemadura que iba desde la oreja izquierda hasta los labios pasando por la mejilla izquierda. Se cuadró en la puerta y saludó militarmente.
- Descanse, teniente, y tome asiento - dijo el General, saludando a la vez. Una vez sentados, el General miró fijamente al Teniente durante unos segundos.
- Teniente - dijo al fin, con gesto serio- ¿que coño ha pasado?
- Permitame explicarle, General - dijo Andrade revolviendose en su silla, inquieto.
- Mire Teniente, no me interesan sus explicaciones. No estoy despierto a las cuatro de la mañana para escuchar balbuceantes excusas. La operación ha sido una mierda. Habeis matado a uno, y el otro se ha escapado.
- No teniamos intención de matar...
-... Y encima, lo habeis matado después de que lograra burlar la seguridad de una de las redes de mayor protección de este jodido país, y de que consiguiera avisar a su complice para que pudiera escapar. Menuda chapuza - El General había ido subiendo poco a poco la voz, hasta casi acabar gritando. Se obligó a serenarse.- ¿Tiene algo que decir al respecto, Teniente?
- No mi General - respondió bajando los ojos, Andrade - La operación ha sido una autentica mierda, señor.
Estas palabras tuvieron un efecto balsámico sobre el General.
- Bien. Informe de la operación y la situación actual.
- Bien, a las 17:36 hemos accedido  un grupo de operaciones especiales dirigido por mi a la vivienda del objetivo, Jorge Cuesta, con el fin de detenerlo e interrogarlo.
- ¿Ese es...?
- El informático señor. En un principio, no opuso resistencia, pero repentinamente asestó un golpe a uno de los soldados e intentó huir. Antes de que pudiera evitarlo, uno de los soldados sacó un arma y le disparó, resultando muerto en el acto. Procedimos pues a limpiar el piso, a deshacernos del cadaver y a requisar sus equipos informáticos. Gracias a la revisión de estos equipos, que nos ha costado bastante desencriptar, descubrimos que se hallaban sobre la pista del Enclave Alfa, y que incluso había accedido a la intranet operativa del mismo. Lamentablemente, nuestro equipo informático se centró en la emisión de e-mail enviado mediante un sistema de aviso de relativa complejidad en la que se advertía a una serie de contactos de la muerte del emisor. Entre los advertidos se encontraba José Andújar, periodista freelance que teníamos bajo observación. Lamentablemente, cuando a las 19:03 llegamos a su vivienda había levantado el vuelo...
-Lamentablemente... -murmuró el General.
-No obstante, hemos cursado orden de detención nacional y hemos intervenido sus cuentas, su movil y su email. En el momento que haga un movimiento, lo localizaremos...
-¿Y el Enclave Alfa?
-La incursión informática del señor Cuesta no ha tenido ninguna consecuencia. La intranet a la que ha accedido es meramente operativa. No contiene información. El intruso únicamente se ha dado una vuelta por el sistema. Nuestro equipo informático sigue analizando sus equipos para eliminar cualquier información del Enclave que pueda contener. Según sus informes, la "incursión" no reviste ningún peligro.
-No me fio de la informática, Teniente Andrade, Antes era más fácil. Cartillas de acceso, interruptores, barreras accionadas por soldados. Hoy en día todo lo hacen los ordenadores - se levantó de su silla, y el Teniente le imitó - Teniente, quiero informes horarios de la situación en el Enclave Alfa, y quiero que me mantenga puntualmente informado de la caza de nuestro fugitivo. Espero que en menos de 72 horas esté solucionada esta crisis...
- Así será, mi General - el Teniente Andrade saludó militarmente al General - no le fallaré.
- Eso espero, Teniente - contestó devolviendo el saludo - Puede retirarse.
El Teniente abandonó el despacho, y Escobedo volvió a observar la ciudad desde el ventanal.
- Antes era más fácil... - murmuró.