viernes, 28 de marzo de 2014

SIETE

El Teniente Andrade aguardaba pacientemente en la sala de acceso del complejo Alfa a que se realizaran todas las verificaciones para permitir su acceso. Una sala con apenas una mesa y una silla, extremadamente aséptica. Pese a la entrenada mente militar del oficial, acostumbrada a obedecer sin preguntar, en esta ocasión el gusanillo de la curiosidad le roía por dentro desde que había llegado. El lugar estaba perfectamente camuflado en un edificio de oficinas al pie de una enorme torre de minería. Todo el perímetro estaba vallado con una aparentemente vieja valla de malla, y un puesto de control con barrera franqueaba el acceso al recinto. Externamente, todo aparentaba un aspecto decadente y antiguo, que contrastaba con el interior del edificio. Cámaras de Seguridad,  y personal militar le asaltaron nada mas entró. Un soldado le saludó militarmente, mientras le instó a entregar su arma reglamentaria, su teléfono móvil y mostrar su identificación. Tras introducir sus datos en el ordenador, le entregó una ficha de identificación y teléfono móvil, indicándole que cualquier comunicación con el exterior debería realizarse a través de esa terminal, previa autorización del servicio de comunicaciones del enclave. Luego le acompañó a la sala en la que se encontraba en esos momentos.
Observó la sala con detenimiento. No se apreciaban en las paredes ninguna ranura que indicara que existían puertas de acceso a ella, ni siquiera por la que había accedido, perfectamente integrada en la pared. En parte se debía a la luminosidad de los fluorescentes del techo, y a la blancura extrema de las paredes. se acercó a la mesa color haya del centro, el único tono de color de la sala, pues la silla también era blanca, y dejó él móvil sobre ella. Un móvil más grande de lo normal, con una pantalla verde, teclas numéricas y teclas de llamada. Extremadamente simple. De repente comenzó a sonar, con un timbre de teléfono estridente, y tremendamente clásico. Andrade pulso el botón verde.
- ¿Diga?
- Buenos días Teniente. Veo que está ya en destino. Infórmeme sobre el operativo dispuesto. - Andrade distinguió inmediatamente la voz del General Escobedo, y su cuerpo se puso en tensión militar.
- Señor. Hemos llegado a destino a las 9:45 a.m. y he desplegado un operativo de nueve hombres en los accesos por los que previsiblemente llegará el objetivo. Luego me he personado en la madriguera, tal y como me indicó
- Puede usted habla con libertad. La línea es absolutamente segura, Teniente.
- Señor, me encuentro con el problema de que no puedo comunicarme con mis hombres sin mi teléfono. Y que exactamente no sé que es lo que hay que defender para evitar que nuestro objetivo lo encuentre, señor.
El general permaneció unos segundos callado.
- He revisado su hoja de servicios - dijo al fin- Es impresionante. Y no soy alguien que se impresione fácilmente.
- Gracias, señor
- La dimensión del lugar en el que se encuentra usted, y de lo que en el se investiga trasciende lo puramente militar, pese a que las aplicaciones en este campo nos han hecho invertir dinero y medios en su puesta en funcionamiento. Creo, tengo el firme convencimiento, de que este lugar pronto comenzará a estar amenazado por muchas clases de peligros, como demuestra el ataque hacker que hemos sufrido. Ese enclave debe permanecer siendo alto secreto hasta el final de las investigaciones, y por ello le voy a poner a usted al frente de su defensa. Desde hoy coordinará las medidas necesarias para que, tanto lo que hay en el enclave como lo que hay en el interior de la montaña no salga a la luz. Cursaré orden de Alto Mando para que se ponga a su disposición la información que me requiere, y tenga los medios necesarios para que lleve a cabo el propósito que le ordeno. ¿Entendido?
-Señor...
- ¿Entendido, Teniente?...
- Si, Señor...
- Nada más por ahora. Espero que entienda la enorme responsabilidad que le he encomendado cuando conozca la naturaleza del enclave. Y que Dios nos ayude a todos. Espere instrucciones, Teniente, y manténgame informado de cualquier novedad, y cada cuatro horas.
- A la orden, Señor.
El General colgó el teléfono, y Andrade volvió a dejar el móvil sobre la mesa, con la cabeza llena de dudas y la dura carga de la responsabilidad sobre los hombros. Cinco minutos mas tarde volvió a sonar el móvil.
- Teniente Andrade al habla.
- Señor - era uno de sus hombres, lo que indicaba que el general había cursado la orden y ya tenia de nuevo comunicación con el exterior - el objetivo esta en el pueblo. Ha llegado en moto, ha aparcado en la plaza mayor, y presumiblemente se dirige al enclave. Solicito instrucciones.
- Reúna al equipo y vigílenlo sin ser detectados. No neutralizar. Debe ser apresado y traído al enclave, sin testigos.
- La orden es no neutralizar. Apresar y sigilo.
- Afirmativo soldado. Les espero en el Enclave. Buena caza.
- A la orden, Señor.

Andrade colgó el teléfono. Si lo que el General decía era cierto, y jamás lo dudó, el periodista debía ser eliminado. Pero por conciencia militar, y dado que el General le había dado carta blanca, prefería saber por que iba a matar a un hombre antes de hacerlo...

Una puerta que no parecía estar ahí se abrió, y entró un hombre maduro de porte militar, vestido con bata blanca...

"Allá vamos" pensó Andrade, mientras se llevaba los dedos a la frente respondiendo al saludo militar...

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